Decidimos entonces participar del proyecto, nuestro aporte no solo sería coser, sino aportar ideas, conscientes de que la construcción de la paz no puede quedar solo en manos de las victimas y victimarios directos. Fue así como propusimos la elaboración de un decálogo de paz, el mismo quedaría plasmado en tela, para ser exhibido en el Centro de Memoria paz y Reconciliación a finales del mes de septiembre.
Mientras tejíamos la tela, tejíamos las relaciones al interior del grupo, crecía la empatía, el deseo de hacer un mundo mejor, pero sobretodo el el compromiso por realizar acciones para lograrlo.
Palabras como respeto, solidaridad, resiliencia, amor, perdón, fueron tejidas con el compromiso de hacerlas realidad en cada una de las relaciones que entabláramos a diario.
Compartir con las victimas directas del conflicto armado, nos permitió reconocer la dimensión de la guerra en Colombia y de la necesidad de enseñar en valores y responsabilizarnos como sociedad .
Así, convertimos la costura en un acto simbólico de perdón y reconciliación; unimos diferentes grupos sociales alrededor de la idea de la paz.
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