Decidimos entonces participar del proyecto, nuestro aporte no solo sería coser, sino aportar ideas, conscientes de que la construcción de la paz no puede quedar solo en manos de las victimas y victimarios directos. Fue así como propusimos la elaboración de un decálogo de paz, el mismo quedaría plasmado en tela, para ser exhibido en el Centro de Memoria paz y Reconciliación a finales del mes de septiembre.
Mientras tejíamos la tela, tejíamos las relaciones al interior del grupo, crecía la empatía, el deseo de hacer un mundo mejor, pero sobretodo el el compromiso por realizar acciones para lograrlo.
Palabras como respeto, solidaridad, resiliencia, amor, perdón, fueron tejidas con el compromiso de hacerlas realidad en cada una de las relaciones que entabláramos a diario.
Compartir con las victimas directas del conflicto armado, nos permitió reconocer la dimensión de la guerra en Colombia y de la necesidad de enseñar en valores y responsabilizarnos como sociedad .
Así, convertimos la costura en un acto simbólico de perdón y reconciliación; unimos diferentes grupos sociales alrededor de la idea de la paz.
Cosiendo para sanar
domingo, 9 de septiembre de 2018
Empezando a coser
Un grupo de trece niños y yo empezamos a asistir al Centro de memoria paz y reconciliación, al principio coser sin mucha experiencia no fue fácil, pero luego, apunta de dedicación aprendimos. Pero el real aprendizaje fue aprender a escuchar, no juzgar, no opinar, solo sentir, a veces, nos quedamos impactadas con algunas historias desgarradoras.
No era fácil escuchar a una mujer con voz serena, como había salido de su pueblo empujada por la violencia estructural que en el norte del Cauca (un departamento al sur de Colombia) había desplazado a miles de personas, quienes acusaban a los dueños de la hidroeléctrica de despojarlas de su pueblo para la construcción del mega proyecto y acusaban al gobierno nacional de ser cómplice, ella era era una de las victimas de este hecho, mientras nos narraba esta historia, cosía una tela en la que retrataba la calle donde estaba ubicada su casa. Para esa altura empezábamos a sentir que todos nosotros guardabarros algo de culpa, pues con la excusa del progreso justificábamos destruir la naturaleza y omitíamos consciente o inconscientemente la destrucción del tejido social.
Otra de nuestras compañeras de costura, es una mujer maltratada por su esposo, con voz fuerte, contaba como se atrevió a abandonar a su esposo, tras años de abusos y maltratos; ella llegó al café igual que yo, buscaba identificarse con otras mujeres victimas, no llevaba muchos meses asistiendo pero había entendido que aunque las causas de la violencia son diferentes, las secuelas psicológicas son iguales.
No era fácil escuchar a una mujer con voz serena, como había salido de su pueblo empujada por la violencia estructural que en el norte del Cauca (un departamento al sur de Colombia) había desplazado a miles de personas, quienes acusaban a los dueños de la hidroeléctrica de despojarlas de su pueblo para la construcción del mega proyecto y acusaban al gobierno nacional de ser cómplice, ella era era una de las victimas de este hecho, mientras nos narraba esta historia, cosía una tela en la que retrataba la calle donde estaba ubicada su casa. Para esa altura empezábamos a sentir que todos nosotros guardabarros algo de culpa, pues con la excusa del progreso justificábamos destruir la naturaleza y omitíamos consciente o inconscientemente la destrucción del tejido social.
Otra de nuestras compañeras de costura, es una mujer maltratada por su esposo, con voz fuerte, contaba como se atrevió a abandonar a su esposo, tras años de abusos y maltratos; ella llegó al café igual que yo, buscaba identificarse con otras mujeres victimas, no llevaba muchos meses asistiendo pero había entendido que aunque las causas de la violencia son diferentes, las secuelas psicológicas son iguales.
El encuentro con la costura.
Hace un par de meses asistí al centro de memoria paz y reconciliación, ubicado en el centro de la ciudad de Bogotá. Mi propósito, conocer de primera mano el lugar que se había construido en Colombia como homenaje a las victimas del conflicto armado en el país.
Allí encontré un lugar llamado "el café de la memoria", un lugar en el cual un pequeño grupo de mujeres cosían una tela, al acercarme a ellas, me comentaron que habían decido iniciar el ejercicio de coser, era una forma de terapia, pero al mismo tiempo alrededor de las telas y del café se escuchaban historias de estas mujeres, algunas victimas directas del conflicto, de la violencia directa y estructural; desplazadas, viudas, huerfanas, maltratadas, abandonadas, sin familia y algunas sin un rumbo definido.
Como docente de historia fue impactante reconocer testimonios de las victimas directas, eso testimonios que había leído en los periódicos y los libros, los rostros que alguna vez vi en televisión estaban frente a mí; la charla se extendió por varios minutos y surgió la idea de volver y de hacerlo con los niños a los que les daba clase, quería que la experiencia vivida por mí, también llegara a is alumnos, especialmente al grupo de 13 niños con los que meses atrás habíamos decidido iniciar un taller de "responsabilidad social", este taller fue creado con la excusa de analizar diferentes dinámicas sociales, de interactuar y de proponer soluciones, por eso, este trabajo de costura me pareció la oportunidad perfecta.
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