Hace un par de meses asistí al centro de memoria paz y reconciliación, ubicado en el centro de la ciudad de Bogotá. Mi propósito, conocer de primera mano el lugar que se había construido en Colombia como homenaje a las victimas del conflicto armado en el país.
Allí encontré un lugar llamado "el café de la memoria", un lugar en el cual un pequeño grupo de mujeres cosían una tela, al acercarme a ellas, me comentaron que habían decido iniciar el ejercicio de coser, era una forma de terapia, pero al mismo tiempo alrededor de las telas y del café se escuchaban historias de estas mujeres, algunas victimas directas del conflicto, de la violencia directa y estructural; desplazadas, viudas, huerfanas, maltratadas, abandonadas, sin familia y algunas sin un rumbo definido.
Como docente de historia fue impactante reconocer testimonios de las victimas directas, eso testimonios que había leído en los periódicos y los libros, los rostros que alguna vez vi en televisión estaban frente a mí; la charla se extendió por varios minutos y surgió la idea de volver y de hacerlo con los niños a los que les daba clase, quería que la experiencia vivida por mí, también llegara a is alumnos, especialmente al grupo de 13 niños con los que meses atrás habíamos decidido iniciar un taller de "responsabilidad social", este taller fue creado con la excusa de analizar diferentes dinámicas sociales, de interactuar y de proponer soluciones, por eso, este trabajo de costura me pareció la oportunidad perfecta.
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